Hace unos días hablaba de la fe de los conversos: personas que -en algún momento de sus vidas- abrazan una fe que en épocas pasadas desconocían o, incluso, combatían. Y, una vez convertidos, defienden esas creencias con más ahínco que las personas que nacieron con -o mejor dicho, fueron criadas en- esa fe.
En este momento de mi vida confluyen dos circunstancias: una, de base; la otra, coyuntural. La de base es que siempre me gustó ser diferente, usar cosas que sé que pocas personas se animarían a usar... en definitiva, cultivar un estilo muy personal. La coyuntural es que, como estoy armando un proyecto profesional y necesito fondos, no estoy comprando ropa.
PERO... el sábado tengo un evento muy, muy especial y la ocasión ameritaba una prenda igualmente especial. Ya vimos que a) de acuerdo a mis gustos, quería comprar algo lo más exclusivo posible y b) mi situación presupuestaria actual no da para contratar a un diseñador que me haga una prenda desde cero.
Entonces, viajé con mi mente a la infancia y recordé que mi mamá encontraba cosas divinas en las ferias americanas y empecé a considerar esa opción. Voy a ser muy honesta: siempre tuve manías con la ropa usada, salvo que fuera de alguien conocido y querido. No tanto por una cuestión material (después de todo, la ropa siempre puede lavarse o enviarse a la tintorería), sino por una cuestión energética, porque creo que la energía de los dueños de la ropa queda en ella... e imposible saber cómo era esa persona que vestía aquello que nos gusta.
Sin embargo, recientemente -y quizás debido a que estoy observando bajo una nueva luz muchas, muchas cosas de mi vida- comencé a pensar que, sin importar las energías que llevara la prenda, cuando uno ama y elige algo de alguna manera le da una nueva vida... con nuevas energías, por supuesto.
Tranquilos: no me voy a poner metafísica. Simplemente quería contar la pequeña historia de mi transición desde el recelo hacia el interés por las prendas vintage. Y así fui a visitar Bimba, el local de Jazmín Rodríguez, curadora de prendas únicas, con texturas y estampados ciertamente difíciles de encontrar hoy en día en un shopping. Para quienes gusten del estilo retro, recomiendo ampliamente una visita al showroom de Bimba: encontrarán vestidos, camisas, faldas, abrigos, pantalones y accesorios únicos y a un precio muy accesible si lo comparamos con los de marcas con mucho hype pero a las que no se les puede pedir la exclusividad de lo irrepetible. Y si les gustan las telas y el diseño europeo, estarán felices porque ese es el origen de varias de las prendas. Y si les gustan las carteras y los pañuelos, estarán más felices aún (en lo personal, creo que es lo que más me gustó).
Para visitar Bimba (en Salguero y Soler), hay que acordar una cita con Jazmín, a quien pueden contactar a través de su blog: bimbaropavintage.blogspot.com.
Les dejo algunas imágenes del local,
hasta pronto.
PD. Próximamente mostraré las prendas que compré.